Las puertas del metro se abrieron y por suerte no estaba repleto de gente como de costumbre. Me moví hacia el pasillo y vi un hombre ya mayor, canoso, pequeño, que se hacia señas con otro. Le señalaba a un chico que entraba por la misma puerta que entré yo, dibujaba con sus manos su estatura, como era su cabello, y como era su chaqueta. Intentaba ver a quien se dirigía pero no encontré nunca al receptor de tales señales.
Cuando volví a ver al canoso, hablaba, como si fuera un radio de vigilancia, con su paraguas! ¡la gran puta! Intenté escuchar algo de lo que “transmitía” por el mango de su paraguas, pero no escuchaba nada mas que murmullos.
Así pasaron muchas paradas y el canoso identificaba a alguien que entraba, gesticulaba con su “compinche” del otro lado del metro, y transmitía información por su paraguas.
Hasta que al fin escuché qué decía.
-mira al de chompa roja, ese mismo, el de pelo corto-
-puta madre! Pensé. El man está re-chiflado. En eso su mirada se cruza con la mía, y me dice:
- Hay cámaras por todos que detectan a los buenos y a los malos. Tu tranquilo-
¿Cómo me verían esas cámaras, cuando ese día quería asesinar al carpintero que trabajaba para nosotros, y a la vez me disponía a visitar a la Fer? Seguramente a la mitad.
Tan tan.
1 comentario:
pero q pasó pues señor??
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